Comentario
Siempre constituyó un problema la identificación correcta del foro, aunque varios eruditos locales ya lo situaban en el lugar que efectivamente ocupó. Fue en el curso de las excavaciones que efectuamos en el Templo de Diana, cuando pudimos percatarnos de su emplazamiento. Tanto la orientación del edificio, con su fachada principal en el frente meridional, como hallazgos anteriores referidos por los historiadores locales, nos hicieron pensar que el área forense se desarrollaba entre las actuales calles de San José y de Los Maestros, por un lado y el Templo de Diana y la calle de Viñeros por otro.
Su estructura respondía a un esquema muy repetido en las ciudades romanas de Occidente durante la primera época imperial. Dicho espacio contaba con un templo, el de Diana, claramente dedicado al culto imperial, una basílica, probablemente situada frente al templo, unas posibles termas, cuyas ruinas alcanzó a ver Moreno de Vargas, y un pórtico, entre los edificios conocidos, aunque no debieron de faltar otros como la curia y demás dependencias de la administración ciudadana.Lo más significativo del conjunto lo constituyen las ruinas del Templo de Diana y el referido pórtico.
El templo, cuyo espacio fue ocupado en el siglo XVI por una singular mansión, la denominada Casa de los Milagros, se ha conservado en excelente estado. Es períptero y hexástilo, con orientación aproximada de Norte a Sur. Su planta, rectangular, es de 40,75 metros en los lados mayores y 21,90 metros en los frentes. Está construido en su totalidad en piedra de granito procedente de las canteras de Proserpina. La columnata descansa sobre un basamento de 3,23 metros de altura, desde su coronamiento hasta la base del zócalo. Los lados mayores cuentan con un total de 11 columnas sobre unas basas áticas sin plinto, con superficie estucada, al igual que los tambores que forman los fustes. Los capiteles, de estilo corintio, se componen de una triple corona de acanto y presentan también una excelente decoración estucada. Se conservan bien las piezas del arquitrabe que sustentaban la techumbre. Recientemente se ha restituido su frente principal, con el frontón, en cuyo tímpano existió un arco de descarga, entonces no visible. La entrada principal se abría en el frente sur, en la plaza del foro, con una pequeña elevación o meseta, a manera de rostra, en forma de exedra, desde donde partía la escalera de acceso al edificio.
En torno al templo se configuró un área sagrada, temenos, parte de cuya planta ha sido posible restituir. Dicho espacio, ajardinado, se cerraba por medio de un pórtico.
En cuanto a la fecha de su construcción, los rasgos de su arquitectura, así como los datos ofrecidos por la excavación invitan a situarla a comienzos del período tiberiano.
El pórtico, descubierto a finales del pasado siglo, y estudiado recientemente, es una prueba más de la monumentalidad con la que fue concebida Augusta Emerita. Era una gran área ajardinada rodeada de un monumental pórtico, en cuyo ático se fijó una interesante decoración con clípeos o medallones con cabezas de Júpiter Ammón y Medusa, alternativamente, separadas, a manera de metopas, por cariátides, muy en consonancia con otros ejemplos itálicos, entre ellos el del Foro de Augusto. En torno al espacio central se desarrollaban unos ambulacros o pasillos pavimentados con lastras marmóreas. Finalmente, en unos espacios de planta rectangular, distribuidos en la pared interior del recinto se desplegó todo un programa iconográfico, parte del cual fue obra del escultor emeritense Gaius Aulus, en el que figuraron efigies de emperadores y miembros de la casa imperial, entre ellas la de Marco Agrippa, el probable patrono de la colonia, del Genius coloniae, de sacerdotes y de otros personajes conocidos de la época, que hoy figuran en las salas del Museo Nacional de Arte Romano.